"EL GRINGO E´LA LLANTA"
En la esquina de Calle Serrano con la calle Blanco Encalada,
se encontraba el Almacén de Don Alfredo Mangiamarchi Córdova.
El barrio donde se encontraba este almacén,contaba con una
cuantas casas de adobe y era un lugar de extremada calma y pasividad.
El barrio de la calle Blanco Encalada, era uno de los
sectores de mayor quietud en el perímetro del “pueblo”, de hecho ni siquiera
pasaba por allí la locomoción colectiva y el tránsito vehicular era escasísimo. Durante mucho tiempo permaneció
inalterable en el tiempo.
Había una que otra casa distanciada permitiendo que se
generaran abundantes huertos frutales en
cada uno de los sitios.
Al inicio de los años sesenta, la calle Serrano no contaba
con pavimentación y los escasos vecinos del sector sufrían las inclemencias del
invierno, de la lluvia y de los barriales que se producían allí.
Era un barrio de viejas construcciones que resistían
estoicamente el paso de los años.
El único movimiento que había en ese sector y en esa
esquina, era el que producía el Almacén de la familia Mangiamarchi.
Por entonces,
Quilicura era una aldea rural y agrícola. Cada mañana sus escasos 30 mil
habitantes se despertaban con el motor del único transporte público que
iniciaba su recorrido en la calle Manuel Rodríguez a escasos metros del
Almacén.
Antes del amanecer ya circulaban algunos carretones con su
tradicional sonido de cascos y herraduras, eran quienes llevaban los productos
agrícolas hacia la vega central, lugar desde donde se realizaba la distribución
a todos los sectores de la ciudad.
Eran cerca de la 06.30 de la mañana y el sonido del motor de
la “micro”, coincidía con el canto de
los gallos y de los cientos de pajarillos que revoloteaban en la frondosa
naturaleza de Quilicura.
Chincoles, tórtolas, chercanes, chirigües, gorriones,
jilgueros, loicas. pidenes, zorzales y
tencas dejaban sentir sus trinos desde las primeras horas del alba.
La vida transcurría en paz y en calma. Los vecinos se conocían
perfectamente de hacía muchos años y el respeto familiar y vecinal formaba
parte de los hábitos colectivos.
Quilicura era un espacio de completa paz, armonía y tranquilidad.
La mayoría de los habitantes se dedicaban a la agricultura y
los oficios derivados de ella, como agricultores, como medieros como campesinos
o como inquilinos. Esto significaba que las familias podían disponer de su “salario”
el día viernes por la tarde, no obstante que el trabajo del campo no se detenía
ni sábados ni domingos ni festivos.
En el campo, en el trabajo agrícola, en los fundos, los días para los trabajadores no tenían gran
diferencia. Ellos esperaban la tarde del viernes en que recibían el “salario “y
esperaban las fiestas del dieciocho. Estos
eran el único paréntesis en las jornadas laborales.
El resto del año era un trabajo incesante y permanente.
Era normal por lo tanto que el almacén de don Alfredo y
todos los pequeños “boliches “ que había en Quilicura exhibieran un especial
movimiento los viernes al anochecer y los días sábados durante las diferentes
horas.
Cerca de las seis de la tarde, cada viernes los vecinos
comenzaban a llegar al almacén de la familia Mangiamarchi donde eran atendidos por Don Alfredo la señora Amalia y
eventualmente algunos de sus cuatro hijos.
La gente de Quilicura tenía como hábito utilizar la calle
para desplazarse. Era lo natural, no había transito vehicular. Años más tarde
cuando se expandió el uso de vehículos motorizados esto fue muy significativo
puesto que la gente más antigua continuó con este hábito y ocasionaba muchas
dificultades especialmente en las jornadas festivas.
El almacén de la calle Blanco Encalada, contaba con todo
tipo de enseres y productos.
No había otro local similar en toda la comuna.
Yendo por la calle Serrano su fachada cerraba el paso hacia
la visión del cerro de Quilicura que más bien parecía parte de su estructura.
Era una fachada muy simple desde donde se levantaban tres cortinas de hojalata
corrugada y mostraban un interior semi oscuro sin ninguna estética.
Había un gran mesón de atención y desde el techo colgaban
los artículos más diversos: bicicletas, juguetes, ollas, papeles, herramientas,
prendas de vestir, regaderas monturas o
riendas.
Había estanterías que contenían otro tanto de productos que
la gente podía solicitar a los dependientes. Lo que el vecino necesitara estaba
allí entre cientos de colgajos papeles, géneros y telas..
Nosotros, los niños
de entonces, comprábamos allí el papel de volantín en los días de septiembre.
Los días viernes eran los de mayor movimiento y
eventualmente Don Alfredo atendía hasta pasadas las nueve de la noche.
El salario de los trabajadores generalmente quedaba allí.
Al término de los años cincuenta, Quilicura contaba con una
red de alumbrado público que cubría sólo algunos sectores del “pueblo”. Se trataba de postes de madera de eucaliptus ubicados cada cincuenta metros con una
ampolleta tan pequeña que no se lograba distinguir la luz del siguiente poste.
A las nueve de la noche, la aldea dormía porque ya no había
nada más que hacer y la quietud reinaba sobre las casas de adobe, sobre los
establos sobre los callejones y sobre
los sembrados.
Los vehículos motorizados eran muy escasos de tal manera que
la calma de la noche sólo la interrumpían los ladridos de los perros: al
amanecer el canto de los gallos y los cascos de los caballos sobre el cemento.
La comuna tenía un centro comercial que contaba con unas cuantas verdulerías, una carnicería, una
panadería, una farmacia y algunos
pequeños “boliches” de expendio de productos.
Si se necesitaba algo específico había que concurrir al
almacén de Don Alfredo.
El almacén contaba también con repuestos para bicicletas y accesorios para vehículos.
Era la época en que se iniciaba el uso de tractores y otras maquinarias
agrícolas.
Precisamente a raíz de esto, Don Alfredo, mas bien su padre, había colgado una
llanta de automóvil indicando que dentro de su local también se podía encontrar
algunos repuestos simples para vehículos motorizados.
La gente, los
lugareños identificaron el almacén
y a su dueño como “el gringo de la llanta”
El esplendor y la prosperidad del “Gringo e’ la llanta” se produjo durante
la década de los años sesenta, años en que la familia Mangiamarchi gozaba de
gran admiración y respeto de parte de toda la vecindad.
Los antiguos quilicuranos siempre recordarían aquel lugar
que mantuvo su vigencia durante cuatro décadas.
Al igual que otras antiguas familias quilicuranas,
constituyen parte importante de nuestra historia.
Que lindos recuerdos.. mis barrios de toda la vida...cariños a la familia
ResponderEliminarclaudia figueroa c.
Muchas gracias por su visita.
EliminarEste blog, es parte de mi compromiso de rescatar los episodios de mi comuna.
Es por esta razón que los antiguos quilicuranos manifiestan tanta emoción al encontrarse con mis crónicas.
Saludos a toda la familia
Mi barrio que hermozo donde nos criaron recuerdo de mis tios vecinos primos lindos recuerdos. Familia Pizarro
ResponderEliminarSaludos aqui otro pizarro nacido y criado en serrano
EliminarDe mi barrio...saludos a quienes me conocen... Aguante blanco encalada.
ResponderEliminarYo te conozco saludos y al pablito
EliminarYo te conozco saludos y al pablito
EliminarQue hermoso rememorar los buenos tiempos, nací en ese barrio, conocí muy bien a dn. Alfredo Mangiamarchi, a la Sra. Amalia de quien me hice muy amiga y me compartía sus lindos bordados, a sus hijos, buenos tiempos, buena gente. Se agradece la posibilidad de recordar nuestros orígenes.
ResponderEliminarMario....me encantan tus escritos,tus descripciones...se agradece también la calidad del texto producido...los detalles de cada rincón de nuestro Quilicura están marcados en mi alma,o lo que sea,mi Quilicura era el patio de tu casa....con el Papio y la Abuela,con el Bambi ,con ese retamo que era la encarnación del amarillo...en fin,gracias...la mirta
ResponderEliminarAh , pero muchas gracias por su comentario Mirta.
EliminarEn verdad estas crónicas en forma permanente rememoran nuestros recuerdos de infancia , los mismos que usted menciona.
Gracias por visitar este sitio, es lo único que nos queda y que será perdurable.
Un abrazo a través del tiempo.
Profe!! Me encanta su blog, y me encantaban sus clases de tecnico manual (el mañio)
ResponderEliminarMuchas gracias.
ResponderEliminarUsted es un "anónimo". así que ¡Cómo nos comunicamos..?
por casualidad me encontré con este sitio...soy del sector guardiamarina riquelme, romo, los carrera desde hace 15 años aprox. conocí a su sra madre, la sra magdalena, conversaba mucho con mi mamá...siempre me causó curiosidad que vistiera solo de café....maravilloso todos sus escritos...felicitaciones. Aun vivo en guadiamarina riquelme y creo seguiré ahi por mucho tiempo más
ResponderEliminarMuy lindos recuerdos de ese quilicura tan lindo,te felicito por tus escritos me traen muchos recuerdos,ya queyo vivia en José Francisco Vergara frente el costa azul, al lado de el famoso don Tito y sus pool.
ResponderEliminarQue lindo recuerdos de niño ..como olvidar serrano a mis amigos y mi familia entera (los Pizarro) , los figueroa , los sandoval . A Don Alfredo Que con que carisma me cuadraba los vieltos con un puñado de dulces .lo mejor de la vida fueron esos años en que eramos felices y poco mis davamos cuenta...gracias Mario monasterio por tus recuerdos
ResponderEliminarComo no recordar el almacén de Don Alfredo y su señora ... podías encontrar de todo; actualmente paso por ahí y les muestro a mis hijos lo que significó para nosotros, además había un cariño muy especial hacia él, ya que mi padre le hacia y le arreglaba muebles.
ResponderEliminarMis padres aun viven por Guardiamarina Riquelme .
Extraño a ese Quilicura , al de mi niñez. Se agradece siempre el aporte , saludos . Jeanette Alfaro Parraguez
Excelente tu blog, que recuerdos!!, en los 80 cuando estudiaba en la Escuela Santa Maria y obligadamente tenía que pasar por ahí el "Almacén de Don Alfredo Mangiamarchi".
ResponderEliminarBonitos recuerdos!!
Gracias por revivir esos años.
Hace 60 años que vivo en quillicura, naci aca . mis padres trabajaban con la familia zegers , dueños de parte de san luis. Me acuerdo cuando ibamos a ver television donde don alfredo, se llenaba la calle de gente , y la tele la tenia dentro de un cajon en altura, que recuerdos.
ResponderEliminarLo felicito por escribir estos recuerdos. se le agradece