16/8/13

QUILICURA, JULIO de 1969, EL HOMBRE LLEGA A LA LUNA.

EN EL TELEVISOR INSTALADO EN LA PLAZA SE ESPERA EL ACONTECIMIENTO...



La televisión en Chile comenzó a desarrollarse con ocasión del mundial de fútbol en el año 1962.
Antes de aquel acontecimiento los niños de esa época solíamos leer revistas de cómics con las aventuras de los héroes del oeste y otras similares.
Una de esas revistas era “La pequeña Lulú”, que relataba los hechos cotidianos de niños y niñas de algún barrio de del país del norte.
Era allí en esas revistas de cómics, que nosotros supimos de la existencia de los aparatos de TV, pues con toda la naturalidad del mundo esos pequeños personajes veían la TV en su living.
Pasarían algunos años para que en nuestro país la TV se masificara y pudiera estar al alcance de todos los hogares, de modo similar a como veían Lulú Anita y Tobi
En Quilicura al término de los años sesenta, ocurría un hecho muy pintoresco.
La Municipalidad local, se encontraba por esos años en un edificio de piedra, ubicado al costado norte de la plaza de armas.
En realidad esta plaza, fue  el centro cívico de lo que era por entonces nuestra Institucionalidad: El edificio municipal, el Retén de Carabineros, la Compañía de Bomberos, más allá las oficinas del correo y hacia el este, el viejo “Cine México”.
La plaza albergaba además, la Quinta de recreo Barcelona y el restaurante “Los Quilicuranos”.
Era la típica plaza presente en todas las comunas de Chile.
Lo pintoresco era que en el año 1968, la Municipalidad había instalado en el centro de la plaza  un aparato de televisor.


Era un TV  de 32 pulgadas con base y carcasa de madera y con un sistema de controles de perilla, como lo eran todos los de esa época.
Para su protección, estaba instalado en un compartimento de fierro y protegido con candado. Un cable salía hacia el exterior porque a cierta altura se ubicaba una antena receptora.
Cada día se juntaba allí un numerosos grupo de personas que con mucho entusiasmo seguían algunas series de la televisión de los únicos dos canales que conformaban el menú de esos días.
La mayoría de los concurrentes eran niños y jóvenes que a esa hora del atardecer se encontraban con amigos y amigas y tenían como pretexto el mirar la televisión.
Por esos días nuestra comuna tenía aún el aspecto de pueblo provinciano, con escaso movimiento de gente, con una iluminación casi imperceptible en las noches de niebla y en las  calles solitarias, la quietud impasible  de los pueblos más recónditos del país.
La mayoría de las personas ya se encontraban en sus hogares antes de las 21 horas y sobre la comuna reinaba el silencio y la tranquilidad.
Generalmente el televisor lo encendía Fernando a eso de las 19.00 horas y allí con mucha paciencia esperaba que dieran las 22.00 horas para apagar la pantalla en blanco y negro.
La plaza, en los días otoñales, cubría de grandes hojas amarillas sus pequeños senderos y a través de los añosos árboles la luna se veía enorme.
Era el tiempo y el lugar propicio para que algunas jóvenes parejas dialogaran y “pololearan” junto a los jardines.
En el mes de julio del año 1969, había una razón especial para que la gente llegara hasta la plaza a ver la televisión.
La noche del día domingo 20 de julio  los medios informativos habían anunciado la llegada del hombre a la luna.
La noticia tenía en expectación al mundo y en Quilicura no fue de otro modo.
Siempre las noticias nos llegaban con cierto retraso, pero nos llegaban.
Era el gran  acontecimiento histórico, la gran noticia del siglo.
Desde el año 1960 La Unión Soviética y los EEUU,   habían emprendido, según los medios de comunicación, una carrera espacial que concluiría con el primer hombre pisando la superficie lunar.
Según esta noticia, los norteamericanos habían ganado la carrera espacial
Había llegado el gran día.
La hazaña de produciría a 384.000 kilómetros de distancia.

En los días previos la fabulosa nave Apolo 11 había emprendido el viaje llevando consigo una capsula especial llamada “Águila” y se encontraban a bordo tres astronautas norteamericanos estrenados desde años con ese objetivo: Neil Armstrong, Michael Collins y Edwin Aldrin.
El descenso en la superficie selenita se produciría la noche del día domingo 20 de julio.
Millones de personas permanecerían esa noche frente a los televisores.
En Quilicura la mayoría de las familias era de muy escasos recursos, de hecho no circulaban muchos vehículos y esto aumentaba el aspecto de aldea apacible. Muy pocos vecinos contaban con aparato de TV,  eran de altísimo costo y carísimos en aquella época. Los que tenían ese privilegio eran las familias más acomodadas de nuestra apacible comuna.
Fue  durante el año 1971, que la televisión se expandió a muchos hogares con un aparato llamado “antú”, que formaba parte de la política popular del Gobierno de Salvador Allende.
El día domingo 20 de julio, en la plaza de Quilicura,  llegó más gente de lo habitual a ver el espectáculo del hombre en la luna.
Se tejían todo tipo de conjeturas acerca de lo que ocurriría realmente allá en ese lejano y poético satélite.
De hecho en la parte introductoria a la trasmisión los panelistas hablaban de seres extraterrestres, temblores, seres fantásticos, ciudades y  mares.
Nosotros esperábamos ansiosos la conexión que se haría por primera vez en la historia, en directo, desde la luna  y en conjunto con todo el planeta.
El idioma inglés y las voces entrecortadas de científicos y técnicos nos pusieron en alerta de que estábamos viviendo el hecho más espectacular e inédito.
Las voces incomprensibles para la mayoría de nosotros estaban cercadas de ruidos y sonidos técnicos. El indicio inequívoco que nos encontrábamos en contacto con la NASA.
La imagen solo distinguía líneas horizontales y fugaces, destellos luminosos sin ninguna forma y el audio que casi se extinguía.
Las personas que estábamos allí, permanecíamos estoicamente soportando el frío del mes de  julio y esta transmisión que suponíamos era lo normal. Al cabo, era la primera transmisión de este tipo y había que esperar.
Los cálculos estimaban que el pie del primer hombre se posaría en la luna cerca de las 22 horas.
Mirando y pretendiendo escuchar algo de este singular hecho astronómico, nos dieron las 23.00 horas.
Fuimos muy pocos los que permanecíamos frente al televisor, avivando los ojos y segurísimos que lo que no podíamos apreciar, era lo normal.
Era muy extraña la transmisión desde la luna.
Cerca ya de la medianoche todos nos retiramos con mucho de frustración.
¿Eso era lo habíamos esperado con tanta ilusión?
¿Eran estas las imágenes que recibía todo el planeta tierra?
Sin duda que no.
Lo que ocurrió realmente aquella noche, fue una fatalidad, el televisor se había descompuesto en la hora y en la fecha menos indicada. 


1 comentario:

  1. que tremendo relator !!! te adoro, estoy esperando que me pases a buscar para llevarme a donde quisiera tanto ir, claro que después me vienes a dejar y que nadie se entere, que ojala nadie note mi ausencia y no ocurra ni un imprevisto, aunque por estos días cualquier imprevisto no podría significar mucho, desde hace un tiempo todos los días cosas extrañísimas suceden . Te espero, resolvamos como ir y que todo siga su curso

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