2/1/14

INQUILINOS, CAMPESINOS Y RAMADAS.

         

La comuna de Quilicura era una zona agrícola.
La descripción corresponde a un pueblo, a una pequeña aldea cuyos habitantes eran en gran porcentaje, campesinos e inquilinos.
Lo anterior variaría notablemente después de la década del año 1970, para trasformar definitivamente esta comuna en un centro de desarrollo poblacional. El crecimiento demográfico se hizo insostenible al inicio de los años noventa.
Durante estas dos décadas se borraría todo vestigio de un pueblo que se caracterizó por una vida quieta y apacible realizando las labores del campo.
Antes de ello, esta zona era un amplio espacio verde con sauces, acacias. álamos, árboles frutales , eucaliptos, viñas y enredaderas.
Muy de mañana los escasos caminos veían pasar a los campesinos que se dirigían a sus lugares de trabajo.
No era difícil entender lo que cada personaje representaba por que generalmente llevaba una herramienta sobre sus hombros: Una horqueta, un rastrillo, un azadón.
Una única vía central serpenteaba por la aldea, era la calle que conectaba a  Quilicura con la carretera panamericana, pero que se extinguía hacia el poniente, en la entrada del Fundo San Luis.
Vehículos motorizados prácticamente no existían, eran muy pocos: al margen de la “micro” y de uno que otro camión de carga o tractor, los automóviles sólo pertenecían a las familias más acaudaladas.
Por la calle central y los callejones se dejaban  ver jinetes, ciclistas, carretas y carretones.
El ruido de los cascos de los caballos rompía la quietud del amanecer.
Era la señal inequívoca de que una nueva jornada se iniciaba.
Calles floridas y solitarias, callejones con alamedas,  viñas y parrones, una brisa sutil moviendo las plantas y flores  silvestres, tal era la postal de Quilicura a fines de la década de los años cincuenta.
Los campesinos labraban y trabajaban la tierra en algunos de los muchos fundos y haciendas que componían el territorio.
Loa inquilinos vivían en las pequeñas ranchas que disponía el fundo para que sus trabajadores hicieran producir la tierra en las diferentes épocas del año.
Durante el invierno bajo las heladas  las lluvias y las escarchas los trabajadores del campo cosechaban las verduras, el apio, los rábanos, las acelgas.
Durante el verano y luego de intensas jornadas de trabajo la tierra producía los melones, los zapallos, las sandías, los tomates.
La formula comercial era simple: El patrón del fundo disponía de tierras, herramientas y animales que sus inquilinos y campesinos convertían en productos agrícolas.
Estos se comercializaban en los terminales y de allí se distribuían a los diferentes sectores de la ciudad.
Por este trabajo el campesino recibía su jornal y el inquilino su salario.
La vida y las condiciones para las familias del campo, eran míseras.
El trabajo que se realizaba en las “chacras” era continuo, duro y esforzado.
 A veces se realizaba en la soledad junto a la tierra y en otras ocasiones se compartían las labores y era en estos casos donde mujeres y niños ayudaban a sus esposos hermanos o padres.
Este acontecimiento en que la familia se constituía en una comunidad laboral sucedía en las plantaciones de cebollas en que es necesario que cada planta quedé en el lugar propicio, ocurría también durante la época de las heladas en que era muy necesario “tapar” los pequeños brotes de los zapallos. Pero también ocurría en la cosecha de choclos, en el corte de porotos pero muy especialmente en la época de los tomates.
Al término del mes de diciembre se cosechaban los tomates y coincidía con los días más calurosos del verano.
Los jefes de hogar, los inquilinos o campesinos construían una enramada para lo cual utilizaban ramas de sauces y de álamos y confeccionaban una suerte de choza para protegerse del sol.
Estas “ramadas” eran algo así como el centro de operaciones de la cosecha de los tomates. Los niños y las mujeres provistos de canastos de mimbre”agarraban” los tomates de las matas y los trasportaban hacia la ramada.
Bajo las ramas estaban los “embaladores “que clasificaban  los tomates en primera, segunda o tercera y los ordenaban en un cajón.
La faena se extendía hasta el atardecer porque el trabajo consistía en embalar cincuenta, setenta o cien cajas las que serían enviadas a los centros de comercio de la ciudad.
En las ramadas se realizaba el almuerzo y la once.
La mayoría del tiempo el almuerzo consistía en  “sanguches” de tomate con cebolla y la once era el té que se tomaba en unos “choqueros”.
El “choquero”, no era otra cosa más que un tarro de café con un alambre, atado en forma de asa.
Pero el día transcurría consumiendo uno que otro melón y las exquisitas sandías que casi la mayoría del tiempo, estaban a la mano.
Una pequeña comunidad compartía el alimento, el trabajo, las bromas, las conversaciones, los sueños y las vivencias.
Los niños deambulaban por el campo jugando con insectos y lagartijas.
El sol implacable curtía la piel de los trabajadores del campo.



4 comentarios:

  1. Hola que tal.

    Primero que nada felicitarte, por armar este interesante Blog y acompañarlo de imágenes y atractivos comentarios referentes a la vida de Quilicura Antiguo.
    Llegue a tu blog porque , hace unos días tuve un recuerdo de la época que había una especie de quinta-zoológico ahi en Matta-Pratt (donde están los departamentos) por lo cual me dio una locura de encontrar una imagen, sin darle al clavo.
    Recuerdas de lo que hablo? Tendrás alguna imagen?
    Saludos y que siga actualizándose tu blog.

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    1. Gracias a Salvador por sus conceptos.
      Nuestra familia pertenece al igual que muchas otras, a los fundadores de esta comuna.
      Por supuesto que recuerdo esos episodios.
      Espero publicar algo al respecto.
      Gracias por leer y por su comentario.
      Le saluda
      Mario Monasterio Calderón

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  2. Esa era la quinta de don Alfonso Galaz. Mi abuelo solía pasar a conversar con el cuando yo era niño.

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  3. Alfonso Galaz, compadre de mi abuela, me llevaban de niño a la quinta de Quilicura, en familia.

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